miércoles, 1 de enero de 2014

"Seguir las huellas"


Cuando estés dentro de tu alma, esto es, cuando tengas la fe suficiente como para buscar los caminos, te convertirás entonces en un pescador de hombres.
Hombres que serán células, o miembros del mismo cuerpo espiritual al que tú perteneces.

En la medida en que ese cuerpo vaya creciendo, tú irás creciendo en él.
Entonces tú serás parte del Alma Suprema que Dios ha establecido para "EL HOMBRE"

Pero tú no puedes escalar un nivel sin antes haber abandonado el anterior.
Mientras tú estés arraígado a las normas, principios y costumbres que durante toda tu vida han obrado sobre ti y te han gobernado, no podrás dar ni un solo un paso.
No entenderás ni podrás ver la luz.
Ante tus ojos habrá un velo. Un velo que será como una venda invisible que no te permitirá entender hacia donde te diriges, ni qué es lo que estás haciendo, ni qué es lo que estás buscando realmente.

Es necesario que esa venda sea removida para que tú puedas ver con claridad cuál es el camino a seguir.
Y entonces, aparecerán las huellas inconfundibles de la luz suprema del Divino Maestro. Del escogido, del señalado por Dios para mostrarte el camino.

Con cada pisada que tú vayas dando dentro de las pisadas de él, irás acercándote, cada vez más, a la luz luminosa que será cada vez más radiante.
Verás con más claridad todo lo que se encuentra allí. Tu alma entrará en el reposo absoluto, en el día del reposo de Dios.
Un reposo que no es un día material y físico como el humano lo ve; sino un día de reposo en el Espíritu del Alma Suprema.

Un día donde tu espíritu reposará confortado porque se habrá terminado el trabajo para ti, porque quien trabajará en ti será Dios

El Espíritu Santo de Dios será quien te guiará.

Echa tus redes al viento. Lanza la palabra y lanza tu ejemplo, por que más que la palabra, lo que podrá pescar hombres será tu conducta, tu manera de ser, la manifestación que tengas con relación a tus semejantes.

Eso hará que los que estén a tu lado puedan ver en ti un trozo de la luz, una chispa de la luz ardiente que señala el camino hacia las alturas del Espíritu Santo de Dios.

Síguela, síguela y no abandones el camino.
Síguela cueste lo que cueste.
Hagas lo que hagas siempre encontrarás la fuerza suficiente y la luz necesaria para poder mirar y comprender donde has de poner tus pies.

¿Y dónde empieza esa fe?

Esa fe empieza en el momento en que encuentras el lucero de la mañana.

En el momento en que te puedas dar cuenta de todo lo que está sucediendo, por que ves las huellas de los ejemplos que han sido dejados antes que tú.
Los ejemplos de los hombres de luz que caminaron por la misma senda.

En sus palabras, en sus ejemplos, en su conducta, tendrás la visión de las nuevas cumbres.
Cada cumbre será un monte que tendrás que escalar.

Pero no te quedes en las laderas como los que temen el encuentro con Dios. 
Sube, sube a la empinada cima y allá, en las alturas del Espíritu, escucharás la voz suprema que te dirá las palabras que quieres escuchar, diciéndote Ven Hijo mío.

Todo esto lo podrás encontrar cuando abras tu corazón al Alma Suprema que vive en Dios.



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