domingo, 12 de enero de 2014

EVANGELIO DEL DOMINGO

Bautismo de Jesús

"Entonces Jesús fue desde Galilea hasta el Jordán y se presentó a Juan para ser bautizado por él" (Lc. 3, 13-17).

Cuando Cristo se metió en la cola para esperar su turno de ser bautizado, seguramente San Juan Bautista no sabía que hacer. Llegó el Mesías delante de él y pidió el bautismo. El Bautista exclamó: “Soy yo el que necesita ser bautizado por ti, ¿tú vienes a mí?”. El Catecismo hace referencia a esta actitud humilde de Cristo en el n.536:
El bautismo de Jesús es, por su parte, la aceptación y la inauguración de su misión de Siervo doliente. Se deja contar entre los pecadores.

Él, que no tenía mancha, que estaba inmaculado, pide ser lavado. El Agua más cristalina del mundo pide ser purificada. La Pureza Absoluta exige ser limpiada. Cristo es el Rey de la humildad. Si alguien podía exigir sus derechos era Cristo. Sin embargo, no buscó ser tratado de una manera especial, gozar de privilegios, aprovechar su posición de Mesías para facilitar las cosas para si mismo. Así era toda la vida de Cristo: una vivencia profunda de la virtud de la humildad.




En el bautismo de Cristo se manifestó la misión mesiánica de Cristo, pues fue ungido con el Espíritu Santo. El bautismo cristiano da una misión a cada bautizado. Su misión es reproducir en su vida la imagen de Jesucristo, quien murió y resucitó por nosotros. Tiene que ser OTRO CRISTO.

No podemos imaginar una misión más sublime que esta. Es el ideal más alto. Es como si nos dijeran que tenemos que escalar el monte más alto de la tierra, el Monte Everest. Cada uno de nosotros tiene que escalar el “monte espiritual” más grande que hay: la imitación de Cristo. Cristo es tan rico en virtudes, en gracias y cualidades que ninguna persona es capaz de agotar o imitar las inmensas riquezas de Cristo. Por eso, cada uno tiene que imitarlo según su vocación, según su estado y condición de vida: el casado de una manera, el religioso de otra manera, el político de otra... Lo maravilloso es que cada persona es única e irrepetible y tiene la misión de imitar a Cristo también en una manera única e irrepetible.

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