miércoles, 1 de enero de 2014

De la fe y sus raíces

Hay un lazo entre el hombre y Dios cuando se establece por medio del elemento que separa al hombre del animal. Este elemento es la fe en la existecia de un Ser Supremo creaador de todo lo existente. De esta forma se entiende que "toda" forma de fe, no importa su origen, de una forma u otra, al estar inspirada por la fuerza conectiva entre el hombre y Su Creador, es una forma de hallar el camino hacia la promesa de eternidad que guarda el corazón del hombre en lo más intimo de sus entrañas.

Esta fe, cualquiera que sea, se desarrollará y crecerá en la medida de su intención, saliéndose de sus antiguas barreras hasta hallar, tarde o temprano, el verdadero camino hacia su real naturaleza humana.

Pero es indispensable que exista esta cualidad en el hombre. De lo contrario, su conducta estará movida por el deseo de satisfacción de los apetitos materiales, conducente al adormecimiento de la conciencia como inútil fórmula de paz para los reclamos del espíritu. 

No importa la naturaleza de la fe que se emplee, si ésta es verdadera, nacida de la conciencia pura, ésta actuará como agente del Espíritu Santo de Dios para conducirle ante Su presencia.

Si la actitud del hombre al seguir cualquier ideología está cimentada en la fe de hacer lo mejor para su conciencia, esta fe le llevará. Irremisiblemente a los caminos de la conducta verdadera poniéndole en contacto con los caminos más elevados.

Si la conciencia es limpia, la conducta es limpia.

Hay mayor esperanza para el que tiene fe, "aunque sea en una piedra", que lo hace mirar hacia las alturas donde mora la idea del amor que Dios inspira, que el que confía en sus manos y mira hacia abajo, creyendo que fue él quien creó los frutos que le fueron dados.

La fe es la raíz del Árbol de Vida, donde los frutos disgregantes del bien y del mal han sido arrancados y depurados para alcanzar solo lo perfecto y lo más puro de la naturaleza humana. ¡Ay del que vive en las tinieblas de la duda!

Más vale un animal dócil que un hombre rebelde y empecinado; el primero descansa satisfecho en su pesebre, el segundo ni aún en su cama reposa.


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