miércoles, 11 de diciembre de 2013

Un hermoso y sabio cuneto tibetano:

BARRIENDO IMPUREZAS


Cuentan que un hombre mayor que había recorrido años y
kilómetros en la búsqueda del camino espiritual, topó un día con un
monasterio perdido en las sierras. Al llegar alli, tocó a la puerta y
pidió a los monjes que le permitieran quedarse a vivir en ese lugar
para recibir enseñanzas espirituales. El hombre era analfabeto, muy
poco ilustrado, y los monjes se dieron cuenta de que ni siquiera podría
leer los textos sagrados, pero al verlo tan motivado decidieron
aceptarlo.
Los monjes comenzaron a darle, sin embargo, tareas que, en un
principio, no parecían muy espirituales..”Te encargarás de barrer el
claustro todos los días” -le dijeron.
El hombre estaba feliz. Al menos, pensó, podría reconfortarse con
el silencio reinante en el lugar y disfrutar de la paz del monasterio,
lejos del mundanal ruido.
Pasaron los meses, y en el rostro del anciano comenzaron a
dibujarse rasgos más serenos, se lo veía contento, con una expresión
luminosa en el rostro y mucha calma. Los monjes se dieron cuenta de que
el hombre estaba evolucionando en la senda de la paz espiritual de una
manera notable. Un día le preguntaron: ¿”Puedes decirnos qué práctica
sigues para hallar sosiego y tener tanta paz interior?” -”Nada en
especial. Todos los días, con mucho amor, barro el patio lo mejor que
puedo. Y al hacerlo, también siento que barro de mí todas las impurezas
de mi corazón, borro los malos sentimientos y elimino totalmente la
suciedad de mi alma”.
Es necesario cada tanto, sacarnos todo aquello que nos hace daño, que no es bueno, limpiar, y así dejar que lleguen mejores cosas para que habiten el alma.
 
 


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