lunes, 25 de noviembre de 2013

Hoy quiero compartir con todos una historia muy bella  escrita por  Sergio Sinay. Espero que les agrade.

El mundo no es chiquito

Belén tiene nueve años y será una bella mujer. Sólo hay que proyectar el tiempo sobre su imagen actual para adivinarlo. Hace unos días, en Montevideo, esa ciudad en la que aún se vive a escala humana, de cara a un río infinito y generoso que sus habitantes llaman mar, Belén nos invitó a mi mujer, Marilen, y a mí a visitar su cuarto. Vive con sus padres ...(Alejandro y Marcela), con su hermana (Martina, de 13 años, otra dulzura en flor, con algunas inevitables espinas adolescentes), y con la inefable gata Mimí, en un barrio tranquilo y verde, a dos cuadras de las playas que dibujan el contorno del “paisito” amable y entrañable. La seguimos por un pasillo de ese hogar que invita a quedarse. No hay forma de equivocarse; en la puerta un cartel anuncia: “Belén” (ya nos aceptó y podemos llamarla Belu).

Desde las paredes del cuarto nos reciben, ampliamente desplegados, los rostros de los integrantes de One Direction, la banda de rock que ocupa por el momento la idolatría incondicional de Belu. Confieso que he olvidado esos rostros y que no podría reconocerlos entre millones. Seguramente a ella le ocurrirá lo mismo a medida que crezca. Es la ley de las generaciones; todos en la niñez, pubertad y adolescencia hemos amado a ídolos efímeros que los adultos miraban con sorna o con desconfianza y que nos ayudaron a diferenciarnos de esos adultos obsoletos mientras poníamos los primeros ladrillos de nuestra identidad. Pero lo más importante del cuarto de Belén no son esas fotos y posters, sino algo que ella guarda en un cajón del placar y que su papá le invita a mostrarnos. Ella no duda en hacerlo, se sale de la vaina en realidad. Se trata de un pequeño arcón de cuero labrado, que como corresponde a un buen arcón de cuero labrado (o de madera tallada), contiene un tesoro.

En hojas de carpeta cuidadosamente dobladas y con una letra igualmente esmerada, Belu escribe allí frases y párrafos que van dando cuenta de sus sentimientos, emociones, descubrimientos. Reflejan lo que le pasa, lo que ve, lo que escucha, lo que recuerda, lo que imagina. Impecables, las palabras se suceden sin faltas de ortografía (apenas una, en el título, me enternece: “Fraces y pensamientos de Belén”). Es un privilegio asistir a la revelación de esa pequeña alma a través de su propia escritura. Un momento sublime.

De pronto quedo capturado (a Marilen le pasa lo mismo) por una de aquellas máximas. Dice: “Si te sientes solo y crees que tu familia y tus amigos no te quieren, recordá que el mundo no es tan chiquito”. ¿Cómo es posible semejante sabiduría en tan corta edad? A los nueve años Belu sabe algo que tantos adultos no han aprendido: que el amor no se mendiga, que el apego nos empequeñece y asfixia, que la dependencia emocional limita nuestros horizontes. Esta hermosa niña parece saber que el monocultivo afectivo es para las personas tan empobrecedor y limitante como el monocultivo agrícola termina siendo para los países (con perdón de los sojeros empedernidos).

Belu se dice (nos dice) que el mundo está lleno de gente y que así como nuestra sed no depende de una sola canilla, porque es sed de agua y no de canillas, nuestra necesidad de amor puede beber en fuentes que quizás aún no hemos explorado porque nos hemos quedado pegoteados a una ilusión que nos desilusiona. Salí, andá, caminá, sumergite en el río de la vida, ese río lleno de personas, de diversidad, aprovechá la vastedad del mundo, alimentate de ella. Mientras leía y releía la frase de Belu y mientras observaba su carita sonriente, sus ojos movedizos y atentos como ardillitas, todo esto resonaba en mí como un eco. Cuando le pregunto cómo nació en ella aquella idea, simplemente se encoge de hombros, sonríe tímidamente y baja la mirada, con esa actitud de timidez candorosa que sólo se da en los chicos. No insisto. Como una observadora cuya mirada aún no ha sido empañada por los prejuicios, la especulación, las creencias distorsionantes o los temores infundados, Belu, a sus nueve años, simplemente ve lo que tantos otros, con mucho más recorrido, han olvidado. Ve lo obvio, nada menos. Que el mundo no es chiquito, que la vida no es estrecha, que hay mucha gente que te amará y a la que amarás.
 
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario